jueves, 18 de abril de 2013

planeacion diaria de una clase


PLANEACION DIARIA DE LA CLASE. GUÍA PARA EL DOCENTE

Este documento ofrece pautas para poder redactar lo que el docente debe hacer ante las clases. Es una labor complicada que demanda para un desarrollo y demás. Es un documento que tiene como fin llevar al docente a entrar en su labor y lo que se pretende hacer y crear en cada clase con el fin de crear una clase buena y desarrollada.
Este documento auxilia al docente para poder desarrollarse en el campo de la educación cuando no se tiene una buena enseñanza o cuando se tuvo pero esta por afirmarse, en la labor diaria considerando lo que hubo, lo que hay y lo que abra para una superación personal para una satisfacción cada vez más eficiente.
En casa capítulo del libro se manejan diferentes puntos que llevan como resultado una mejora en la educación impartida en la clase, entre los cuales están:
1.      La docencia._ lo que es la didáctica en la docencia, las bases de la pedagogía como tal.
2.      Planificación didáctica._ ofrece una definición operativa de la planificación didáctica y explica de manera breve las etapas de esta planificación.
3.      Planificación de una clase._ en particular se aborda en este tema haciendo énfasis en los objetivos didácticos de cada sesión de trabajo.
4.      Plan de clase._ se presenta con la exposición y explicación de cada una de las partes que componen el texto.
5.      Manejo de grupo._ como un complemento para apoyar al profesor en su desenvolvimiento frente al estudiante.
6.      Consideraciones finales._ aquí concluye el documento con una consideración sobre la situación general de la labor docente n el ámbito educativo.
  Este documento es el más importante para la planeación dada frente al estudiante dar una buena clase con una buena presentación nos lleva al éxito.

TENDENCIAS DE LA DIDACTICA CONTEMPORANEA


viernes, 12 de abril de 2013

EDUCACION CRITICA


No puede haber camino más ético, más verdaderamente democrático, que revelar a los educandos cómo pensamos, las razones por las cuales pensamos de tal o cual forma, nuestros sueños, los sueños por los que luchamos, dándoles al mismo tiempo pruebas concretas, irrefutables, de que respetamos sus preferencias aunque sean opuestas a las nuestras.
(Política y educación, Pablo Freire, 1996)

Paulo Freire tenía muy claro que ser crítico no es lo mismo que ejercitar y desarrollar el pensamiento crítico. El gran pedagogo brasileño tuvo  muy pronto la intuición de que éste debía desarrollarse desde el medio educativo y no banalizarse de ninguna manera. De ahí surgió su propuesta de educación generativa y revolucionaria:  El pensamiento crítico con referencias pedagógicas  tenía la misión de situar al educando en la transformación de su realidad y del mundo en el que vivía. Esta visión, mostrada en los años 70, sedujo al mundo de la cooperación internacional de la época e influyó tremendamente en los enfoques y caminos que siguió ésta en las décadas siguientes.
Sin embargo, en la Educación para el Desarrollo, (EpD), la hermana “occidental” de la Educación Popular con la que trabajó Freire, esta visión tuvo un limitado impacto por diversas razones que ahora no vienen al caso. Con todo ello, en la primera década del siglo XXI este enfoque ha reverdecido tímidamente y empieza a estar en la agenda de los diferentes agentes de la EpD, con diferentes perspectivas  y enfoques, especialmente en el ámbito europeo.
El pensamiento crítico llega al territorio EpD y de la cooperación  con diferentes misiones. Señalamos algunas que, en cierta manera, hablan de porque hemos elegido este tema para  este nuevo Manuel Digital:
·                Misión Empoderadora: la capacidad del pensamiento crítico es una herramienta y actitud básica de cualquier sociedad en clave de participación comprometida  que se quiera considerar adulta y en camino hacia el desarrollo.
·                Misión Planificadora: el pensamiento crítico es un enfoque imprescindible para la planificación y el sentido de las acciones de incidencia política y de cooperación al desarrollo.
·                    Misión Didáctica: el pensamiento crítico ilumina y clarifica las acciones de Educación para el Desarrollo y de Incidencia Política, hasta el punto de poner a la vista los fundamentos y elementos eje, y a la vez los elementos rutinarios y prejuicios.
La Educación Crítica es, para nosotros como ONGD, un elemento fundamental de la Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global. Entre los aprendizajes que lo componen está el mencionado “pensamiento crítico”, con el que visualizamos como es el ejercicio crítico en sus diferentes dimensiones y procesos y de qué manera construye las sociedades y el futuro local y global. Pero también está el “espíritu crítico” que, desde el respeto, la tolerancia y la incidencia política,  es una llama que caracteriza el desarrollo más allá de lo economicista y que tiene una perspectiva integral del a persona. Por último, hay que añadir a lo anterior la “dimensión ética” con sus acuerdos de mínimos (como las


Declaraciones de Derechos) y sus apuestas de máximos, en los que la Cooperación al Desarrollo está especialmente experimentada.
Pensar con criterio, vivir con criterio, soñar con criterio”, sería, en pocas palabras, los elementos de la Educación Crítica que configuran el desarrollo humano en clave de ciudadanía global

EDUCACION TRADICIONAL


EDUCACION TRADICIONAL
Los sistemas de educación más antiguos conocidos tenían dos características comunes: enseñaban religión y mantenían las tradiciones del pueblo. En el antiguo Egipto, las escuelas de los templos enseñaban religión, pero también los principios de la escritura, ciencias, matemáticas y arquitectura.
De forma semejante, en la India la mayor parte de la educación estaba en las manos de sacerdotes. La India fue la fuente del budismo, doctrina que enseñaba en sus instituciones a los niños chinos en edad escolar, y que se extendió por la mayoría de los países de Oriente. La educación en la antigua China se centralizaba en la filosofía, la poesía y la religión, de acuerdo con las enseñanzas de Kung-Fu-Tsé (conocido en occidente como Confucio), Lao-Tsé y otros filósofos. El sistema chino de una prueba civil, iniciado en ese país ya hace más de dos mil años, se ha mantenido hasta hoy, pues, en teoría, permite la selección de los mejores estudiantes para cargos importantes en el gobierno.
La metodología del entrenamiento físico que predominó en Persia y fue muy comentada por varios escritores de origen griego, llegó al punto de convertirse en el modelo de los sistemas de educación de la antigua Grecia, que valorizaba tanto la gimnasia como las matemáticas y la música.
La Biblia y el Talmud son las fuentes básicas de la educación entre los judíos antiguos. Así, el Talmud animaba a los padres judíos a enseñar a sus hijos conocimientos profesionales específicos, natación, y una lengua extranjera. En la actualidad, la religión todavía sienta las bases educativas en el hogar, en la sinagoga y en la escuela. El Torah continúa siendo la base de la educación judía.
Los sistemas de educación en los países occidentales se basaban en la tradición religiosa de los judíos y del cristianismo. Una segunda tradición derivaba de la educación de la antigua Grecia, en donde Sócrates, Platón, Aristóteles e Isócrates fueron los pensadores de mayor influencia en su concepción educativa. E l objetivo griego era preparar intelectualmente a los jóvenes para asumir posiciones de liderazgo en las tareas del Estado y en la sociedad. En siglos posteriores, los conceptos griegos servirían para el desarrollo de las artes, la enseñanza de todas las áreas de la filosofía, el cultivo ideal y la promoción del entrenamiento gimnástico.
En el período helenístico, las influencias griegas en la educación se transmitieron en primer lugar por medio de escritos de pensadores como Plutarco, para quien el protagonismo de los padres en la educación de sus hijos era el punto de referencia más esencial.
La educación romana, luego de un período inicial en el cual se siguieron las viejas tradiciones religiosas y culturales, se decantó por el uso de profesores griegos para la juventud, tanto en Roma como en Atenas. Los romanos consideraban el uso de la retórica y la oratoria aspecto fundamental.
Según Quintiliano, educador del siglo I, el adecuado entrenamiento del orador debía desarrollarse a partir del estudio de la lengua, la literatura, la filosofía y las ciencias, con particular atención en el desenvolvimiento del carácter.
La educación romana transmitió al mundo occidental el estudio de la lengua latina, la literatura clásica, la ingeniería, el derecho, la administración y la organización del gobierno.
Muchas escuelas monásticas, así como municipales, fueron fundadas durante los primeros siglos de influencia cristiana. La base de conocimientos se centralizaba en las siete artes liberales que se dividían en el "trivium", formado por la gramática, la retórica y la lógica, y el "quadrivium", que era compuesto por la aritmética, la geometría, la astronomía y la música.
San Isidoro de Sevilla aportó materiales básicos con su tratado "Etimologías para el Trivium y el Quadrivium", y en su posterior "Polemicam Curriculare".
Desde el siglo V al VII estos compendios fueron preparados en forma de libros de texto para los niños, por autores como el escritor latino del norte de África, Martiniano Capela, el historiador romano Casiodoro y el eclesiástico español San Isidoro de Sevilla.
Generalmente, tales trabajos expandían el conocimiento existente más que introducir nuevos conocimientos.
Durante el siglo IX ocurrieron dos hechos importantes en el Occidente europeo.
Uno de ellos en el continente, en la época de Carlomagno, y el otro en Inglaterra, bajo el reinado Del Rey Alfredo.
Carlomagno, reconociendo el valor de la educación, trajo de Cork, Inglaterra, al clérigo y educador Alcuino, para crear una escuela en el palacio de Aquisgram. El rey Alfredo promovió instituciones educativas en Inglaterra, que eran controladas por monasterios.
Irlanda tuvo centros de aprendizaje de los cuales salían monjes que eran enviados a enseñar al continente. Entre el siglo VIII y el siglo XI la presencia de musulmanes en la península ibérica (Al-Andalus) hizo de Córdoba la capital del califato Omeya, un destacado centro para el estudio de la filosofía, la cultura clásica de Grecia y roma, las ciencias y las matemáticas.
También Babilonia tuvo academias judías durante muchos siglos. Persia y Arabia, desde el siglo VI al IX tuvieron instituciones de investigación y para el estudio de las ciencias y el lenguaje: otros centros de cultura se establecieron en la Universidad de Al-Qarawiyin, en Fez (Marruecos), en el año 859, y en la Universidad de Al-Azhar, El Cairo, en 970.
Durante toda la Edad Media las ideas del escolasticismo se impusieron en el ambiente educativo de Europa Occidental. El escolasticismo usaba la lógica para reconciliar la teología cristiana con los conceptos filosóficos de Aristóteles. Un profesor relevante del escolasticismo fue el eclesiástico Anselmo de Canterbury, quien, como Platón, defendía que solamente las ideas eran reales. Otro, Roscelino de Compiégne, siguiendo la línea de Aristóteles, enseñaba el nominalismo, doctrina según la cual las ideas universales son "flatus vocis" y solamente las cosas concretas son reales.
Otros grandes maestros escolásticos fueron el teólogo francés Pierre Abelardo, discípulo de Roscelino, y el filósofo y teólogo italiano San Tomás de Aquino.
El reconocimiento de estos profesores atrajo a muchos estudiantes y tuvo una enorme incidencia en el establecimiento de las universidades del norte de Europa desde el siglo XII. A lo largo de este período los principales lugares para aprender eran los monasterios, que mantenían en sus bibliotecas muchos manuscritos de la cultura clásica anterior.
En este tiempo se abrieron varias universidades en Italia, España, y otros países, con estudiantes que viajaban libremente de una institución a otra. Las universidades del norte, como las de París, Oxford y Cambridge, eran administradas por los profesores, mientras que las del sur, como las de Bologna (Italia) o Valencia y Alcalá, en España, eran administradas por los estudiantes. La educación medieval también desarrolló la forma de aprendizaje a través del trabajo o servicio propio. A pesar de eso, la educación era un privilegio de las clases superiores y la mayor parte de los miembros de las clases bajas no tenían acceso a la misma.
En el desarrollo de la educación superior durante la Edad Media, los musulmanes y los judíos desempeñaron un papel crucial, pues no solamente promovieron la educación dentro de sus propias comunidades, sino que también intervinieron como intermediarios del pensamiento y la ciencia de la antigua Grecia con los letrados europeos. Los centros de Toledo y Córdoba atrajeron la atención de todo el mundo civilizado de la época.
El renacimiento fue un período en que el estudio de las matemáticas y de los clásicos llegó a extenderse, como consecuencia del interés por la cultura clásica griega y romana que aumentó con el descubrimiento te manuscritos guardados en los monasterios.
Muchos profesores de lengua y literatura griegas emigraron desde Constantinopla a Italia, como es el caso del erudito de la cultura griega Manuel Chrysoloras en 1397. Entre los interesados en llevar a la luz los manuscritos clásicos se destacaron los humanistas italianos Francisco Petrarca y Poggio Bracciolini.
El espíritu de la educación durante el renacimiento está muy bien ejemplificado en las escuelas establecidas por los educadores italianos Vittorino de Feltre y Guarino Veronese, en Mantua, Italia, en 1425. En las escuelas se introdujeron temas como las ciencias, la historia, la geografía, la música y la formación física. El suceso de estas iniciativas influyó en el trabajo de otros educadores y sirvió como modelo para los educadores durante más de cuatrocientos años.
Entre otras personalidades del renacimiento que contribuyeron a la teoría educativa sobresalió el humanista alemán Erasmo de Rótterdam, el educador alemán Johannes Strum, el ensayista francés Michel de la Montaigne y el humanista y filósofo español Luis Vives.
Durante este período se dio gran importancia a la cultura clásica griega y romana enseñada en las escuelas de gramática latina que, originadas en la Edad Media, llegaron a ser modelo de la enseñanza secundaria en Europa hasta el inicio del siglo XX. De esta época datan las primeras universidades americanas fundadas en Santo Domingo (1538), Méjico (1550) y Lima (Perú), en 1551.
Las iglesias protestantes surgidas a partir de la reforma propuesta por Martín Lutero, en inicios del siglo XVI, establecieron escuelas en las cuales se enseñaba a leer, escribir, nociones básicas de aritmética, el catecismo en un nivel elemental, y cultura clásica, hebreo, matemáticas, y ciencias, en lo que se podría denominar enseñanza secundaria. En Suiza, otra rama del protestantismo fue creada por el teólogo y reformador francés Jean Calvino, cuya academia en Ginebra, establecida en 1559, fue un importante centro educativo. La moderna práctica del control de la educación por parte del gobierno fue diseñada por Lucero, Calvino y otros líderes religiosos y educadores de la Reforma.
Los católicos también siguieron las ideas educativas del renacimiento en las escuelas que ya dirigían o que promovieron como forma de respuesta a la creciente influencia del protestantismo, dentro del espíritu de la Contrarreforma. Esa síntesis se realizaba en los centros de la Compañía de Jesús, fundada por el religioso español San Ignacio de Loyola en 1540, con la aprobación del papa Pablo III. Los jesuitas, como son conocidos los miembros de esta congregación, promovieron un sistema de escuelas que han tenido un papel preponderante en el desarrollo de la educación católica en muchos países desde el siglo XVI: la llamada "Ratio Studioron", que después se transformarían en las "Escuelas Pías", de San José de Calasanz.
El siglo XVII fue un período de rápido progreso de muchas ciencias y de la creación de instituciones que apoyaban el desenvolvimiento del conocimiento científico. La creación de estas y otras organizaciones facilitó el intercambio de ideas y de información científica y cultural entre los letrados de los diferentes países de Europa.
Nuevos temas científicos se incorporaron en los estudios de las universidades y de las escuelas de enseñanza secundaria. El Hospital de Cristo de Londres fue probablemente la primera escuela secundaria en enseñar ciencia con cierto grado de competencia.
Al iniciarse el siglo XVIII la Escuela de Moscú de Navegación y Matemáticas sirvió como modelo para el establecimiento de la primera escuela secundaria de Rusia. La importancia de la ciencia se manifestó en los escritos del filósofo inglés Francis Bacon, que fundamentó los procesos de aprendizaje en el método inductivo que anima a los estudiantes a observar y examinar de forma empírica objetos y situaciones antes de llegar a conclusiones sobre lo observado.
Durante el siglo XVII, muchos educadores ejercieron una amplia influencia. El educador alemán Wolfang Ratke inició el uso de nuevos métodos para enseñar más rápidamente la lengua vernácula, las lenguas clásicas, y el hebreo.
René Descartes, filósofo francés, remarcó el papel de la lógica como el principio fundamental del pensamiento racional, postulado que se ha mantenido hasta la actualidad como base de la educación en Francia. El poeta inglés John Milton propuso un programa enciclopédico de educación secundaria, apoyando el aprendizaje de la cultura clásica como medio para potenciar la moralidad y completar la educación intelectual de las personas.
El filósofo inglés John Locke recomendaba un currículo y una metodología de educación (que contemplaba la educación física) basada en el examen empírico de los hechos demostrables antes de llegar a conclusiones. En su obra "Algunos Pensamientos Referidos a la Educación", escrito en 1693, Locke defiende un abanico de reformas, y coloca en análisis el estudio de las cosas en lugar de los libros, defendiendo los viajes y apoyando las experiencias empíricas como medio de aprendizaje. Así, animaba a estudiar en un árbol más que en un libro sobre árboles, o ir a Francia en lugar de leer un libro sobre Francia. La doctrina de la disciplina mental, esto es, la habilidad de desarrollar las facultades del pensamiento ejercitándolas en el uso de la lógica y de la refutación de habladurías, propuesta casi siempre atribuida a Locke, tuvo una fuerte influencia en los educadores de los siglos XVII y XVIII. El educador francés Jean Baptiste de La Salle, fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en 1684, estableció un seminario para profesores en 1685 y fue pionero en su educación sistemática.
Quien sabe el educador más destacado del siglo XVII haya sido Jan Komensky, obispo protestante de Moravia, más conocido con el nombre latino de Comenio. Su trabajo en el campo de la educación motivó a que recibiera invitaciones para enseñar en toda Europa. Escribió un libro ilustrado, muy leído, para la enseñanza de latín, titulado "El Mundo Invisible", en 1658.
En su obra "Didáctica Magna", escrita entre 1628 y 1632, remarcó el valor de estimular el interés del alumno en los procesos educativos y enseñar múltiples referencias sobre las cosas concretas, más que en sus descripciones verbales. Su objetivo educativo podría resumirse a una frase de la página inicial de "Didáctica Magna": "…Enseñar a través de todas las cosas a todos los hombres…", postura que se conoce como pansofía.
Los esfuerzos de Comenio para el desarrollo de la educación universal le valieron el título de "Maestro de las Naciones".
Durante el siglo XVIII se estableció el sistema escolar en Prusia. En Rusia comenzó la educación formal bajo el reinado de Pedro El Grande y sus sucesores. También se desenvolvieron escuelas y colegios universitarios en la América Colonial y se implantaron reformas educativas derivadas de la Revolución Francesa. A fines del siglo se fundaron en Inglaterra las escuelas de domingo por el filántropo y periodista Robert Ralkes, para beneficio de los jóvenes pobres y de las clases trabajadoras.
Durante el mismo período se introdujo el método de monito ración de la enseñanza, por lo que cientos de muchachos podían aprender con un profesor y la ayuda de alumnos monitores o asistentes. Los dos planes abrieron la posibilidad de la educación de masas.
El teórico educativo más relevante del siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, nacido en Ginebra. Su influencia fue considerable tanto en Europa como en otros continentes. En "Emilio", escrito en 1762, insistió en que los alumnos deberían ser tratados como adolescentes más que adultos en miniatura, y que se debía atender a la personalidad individual. Entre las propuestas concretas estaba la de enseñar a leer en una edad posterior y el estudio de la naturaleza y de la sociedad por observación directa. Sus propuestas radicales sólo eran aplicables a los niños del sexo masculino: las niñas debían recibir educación convencional.
Las contribuciones educativas de Rousseau se dieron en gran parte en el campo de la teoría: correspondió a muchos de sus seguidores colocar en práctica sus ideas. El educador alemán Johann Basedow y otros abrieron escuelas en Alemania y en diferentes partes de Europa basándose en la idea de "Todo, según la naturaleza."
El más influyente de los seguidores de Rousseau fue el educador suizo Johann Pestalozzi, cuyas ideas y prácticas ejercieron gran influencia en las escuelas de todo el continente. El principal objetivo de Pestalozzi fue adaptar el método de enseñanza al desenvolvimiento natural del niño. Para alcanzar este objetivo, consideraba el desenvolvimiento armonioso de todas las facultades del educando (cabeza, corazón y manos).
Otros educadores influyentes del siglo XIX fueron el alemán Friedrich Frobel, que introdujo los principios de la psicología y de la filosofía en las ciencias de la educación; Horace Mann y Henry Barnard, el filósofo inglés Herbert Spencer, que defendía el conocimiento científico como siendo el tema más importante a ser enseñado en la escuela; el español Francisco Giner de Los Ríos, y el obispo nacido en Dinamarca Nikolai Grundtyig, que estableció unas ideas pedagógicas que fueron la base para la ampliación de la educación secundaria para toda la población.
El siglo XIX fue um período em que los sistemas nacionales de escolarización se organizaron en el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, España (Ley Moyano de 1858) y en otros países europeos.
Las nuevas naciones independientes de América Latina, especialmente Argentina y Uruguay, miraron para Europa y los Estados Unidos buscando modelos para sus escuelas.
Japón, que había abandonado su tradicional aislamiento y trataba de occidentalizarse y occidentalizar sus instituciones, tomó las experiencias de varios países europeos y de los Estados Unidos como modelo para el establecimiento del sistema escolar y universitario moderno, el cual perdura hasta hoy.
Em inicios del siglo XX la actividad educativa se vio muy influenciada por los escritos de la feminista y educadora sueca Ellen Key. Su libro "El Siglo de los Niños", escrito en 1900, fue traducido a carios idiomas e inspiró a los educadores progresistas en muchos países.
La educación progresista era un sistema de la enseñanza basado en las necesidades de la sociedad o en los preceptos de la Iglesia. Esta idea había existido bajo otros nombres a lo largo de la historia y había aparecido de diferentes maneras en diversas partes del mundo, como la "insitfutción libre de enseñanza" de España. Entre los educadores de mayor influencia cabe destacar a los alemanes Hermann Lietz e Georg Kerschensteiner, al británico Bertrand Russell y a la italiana Maria Montessori. En los Estados Unidos tuvo una enorme influencia, luego extendida a todo el mundo, el filósofo y educador John Dewey. El programa de actividades que se derivaba de las teorías de Dewey fortalecía el desenvolvimiento educativo del alumno en términos de animación de las necesidades e intereses del mismo. Llegó a ser el método principal de instrucción durante muchos años en las escuelas de los Estados Unidos y de otros países. Todos ellos ejercieron amplia influencia en los sistemas educativos de los países de América latina.
Luego de la Revolución Rusa de 1917, la antigua Unión Soviética desarrolló una experiencia interesante en el campo educacional, particularmente desde 1957, cuando fue lanzado al espacio el Sputnik, primer satélite que mostraba el avanzado estado del conocimiento tecnológico soviético. Esto hizo con que numerosos visitantes extranjeros, especialmente personas procedentes de países desarrollados, quisiesen conocer el sistema imperante en las escuelas soviéticas. Contribuyeron al interés internacional por la educación soviética las teorías y prácticas pedagógicas que procedían de la ideología marxista-leninista, tan bien expresada en el trabajo de Antón Makarenko, un claro exponente de la rehabilitación de los delincuentes juveniles y de la educación colectiva durante los primeros años de la Revolución.
El siglo XX ha estado marcado por la expansión de los sistemas educacionales de las naciones industrializadas, así como por la aparición de sistemas escolares entre las naciones más recientemente industrializadas de Asia y África.
La educación básica es hoy prácticamente universal, pero la realidad indica que un amplio número de niños (quizás el 50% de los que están en edad escolar en todo el mundo), no frecuenta la escuela.
Tratando de promover la educación en todos los niveles, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), realiza campañas de alfabetización y otros proyectos educacionales orientados a que ningún niño en edad escolar deje de frecuentar la escuela por no existir la misma, pretendiendo así acabar con el analfabetismo.
Se ha constatado algún progreso, pero es obvio que se necesitan más esfuerzos y más tiempo para conseguir la alfabetización universal.
Al tratar de comparar tres sistemas educativos implantados en los días de hoy, podemos mencionar que, según Flórez Ochoa, un modelo es la imagen o representación del conjunto de relaciones que definen un fenómeno, con miras a su mejor entendimiento.
De acuerdo con esta definición, puede inferirse que un modelo es una aproximación teórica útil en la descripción y comprensión de aspectos interrelacionados de un fenómeno en particular. Continuando con este concepto de modelo, se torna necesario establecer que el análisis del fenómeno en estudio no es únicamente un proceso analítico en el cual el todo es examinado en sus partes, sino que también lo es como un proceso de integración de relaciones.
Así, un modelo pedagógico o sistema educativo expresa concepciones y acciones más o menos sistematizadas que constituyen distintas alternativas de organización del proceso de enseñanza para hacerlo más efectivo.
La efectividad mencionada se refiere a la obtención de los fines educativos que una sociedad predetermina para poder transmitir los valores de su cultura y para formar el ideal de persona bien educada que se pretende obtener como prototipo de hombre o mujer en un determinado contexto histórico, social, y cultural.
El advenimiento de la educación pública se confunde muchas veces con el surgimiento de las repúblicas modernas, tal el caso de Francia, por ejemplo. La escuela pública, encargada de formar ciudadanos mediante una educación básica gratuita para toda la población, comenzó a difundirse de manera significativa en el siglo XIX, como mencionado anteriormente en este artículo. Sus orígenes, no obstante, son antiquísimos. Aristóteles se anticipó a su época cuando expresó, desde las páginas de su libro "Política", que era indispensable la acción educativa del Estado. Literalmente dijo:
"Como el Estado sostiene un único fin la educación debe ser necesariamente una e idéntica para todos sus miembros, de donde se sigue que la educación debe ser objeto de la vigilancia pública y no particular, por más que esta última haya prevalecido y que hoy cada cual educa a sus hijos en su casa según el método que le parece y aquello que le place. No obstante, lo que es común debe aprenderse en común y es un error grave creer que cada ciudadano sea dueño de sí mismo, cuando en realidad todos pertenecen al Estado puesto que constituyen sus elementos, ya que los cuidados de que son objeto las partes deben concordar con aquellos de que es objeto el conjunto."
Numerosos estudios demuestran que existe una correlación positiva entre educación y democracia. Para Seymour Martin Lipset, en su obra "El hombre político", la educación no es un rasgo de la democracia sino una condición que favorece o no para su existencia. Su punto de partida es el examen de la relación entre el progreso económico y la democracia, y con ese propósito establece cuatro categorías, dos para países europeos y de habla inglesa, y dos para países latinoamericanos, que corresponden, más o menos, a una escala de democratización (que se construye con un Indice de continuidad de la democracia y ausencia-presencia de movimientos antidemocráticos). Las dos primeras categorías (para países europeos y de habla inglesa) son:
1) las democracias estables (Australia, Canadá, Reino Unido, Suecia, Estados Unidos) y,
2) democracias inestables y dictaduras (Finlandia, Francia, España, Portugal, Italia).
Las dos últimas (para países latinoamericanos) son:
3) democracias y dictaduras inestables (Argentina, Brasil, Colombia, Chile) y,
4) dictaduras estables (Bolivia, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Paraguay).
Es verdad, dice, que cuanto más próspera es una nación hay mayores posibilidades de que mantenga una democracia (esta idea existe desde Aristóteles), aunque no hay determinismo automático. Pero es posible afirmar, con mayor seguridad, que una sociedad dividida entre una. gran masa empobrecida y una pequeña élite favorecida resulta en una oligarquía (gobierno dictatorial del pequeño estrato superior) o en una tiranía (dictadura de base popular).
Para probar esta hipótesis, Lipset cruza varios indicadores económicos (riqueza, industrialización, urbanización y educación) con esas categorías de países.
Muchos sugirieron, dice Lipset, que cuanto más alto es el nivel cultural de la población de una nación tanto mayores son las posibilidades de que haya democracia. Los datos comparativos de que se dispone apoyan esta proposición. Los países "más democráticos" de Europa están casi totalmente alfabetizados: el promedio más bajo llega a 96% de alfabetización, mientras que las naciones "menos democráticas" registran 85%.
En América Latina la diferencia oscila entre 74% para los "menos dictatoriales" y 46% para los "más dictatoriales". La inscripción en las escuelas, de cada mil personas de la población total en tres niveles diferentes -primaria, secundaria y superior-, se relaciona de modo igualmente consecuente con el grado de democracia.
John Dewey consideraba el incremento de la educación como requisito de la democracia. Un estudio sobre América del Sur llevó a James Bryce a concluir que:
"La educación, si bien no hace de los hombres buenos ciudadanos, les facilita al menos que se conviertan en tales".
La educación -agrega Lipset- les amplía la perspectiva, los capacita para comprender la necesidad de normas de tolerancia, limita su adhesión a doctrinas extremistas y aumenta su capacidad para realizar elecciones racionales.
La contribución de la educación a la democracia es más directa y fuerte en el nivel individual; diversas encuestas muestran que las actitudes de las personas hacia la tolerancia respecto a la oposición, sus posturas para con las minorías étnicas y raciales, y sus sentimientos hacia los sistemas multipartidistas -y en contra de los unipartidistas- son más democráticos en la medida en que poseen mayor educación. Cuanto más elevada sea nuestra educación es más probable que apoyemos los valores y las prácticas democráticas. Está demostrado que, en este sentido, la educación es más importante que factores como los ingresos o la ocupación.
La educación no puede, por sí sola, hacer democrático a un país, pero es probable que inhiba ideas no democráticas. De todo esto, Lipset concluye:
"Si bien no podemos decir que un alto nivel de educación constituye una condición suficiente para la democracia, la evidencia de que disponemos sugiere que ello está cerca de constituir una condición necesaria."