EDUCACION TRADICIONAL
Los sistemas de educación más
antiguos conocidos tenían dos características comunes: enseñaban religión y
mantenían las tradiciones del pueblo. En el antiguo Egipto, las escuelas de los
templos enseñaban religión, pero también los principios de la escritura,
ciencias, matemáticas y arquitectura.
De forma semejante, en la India
la mayor parte de la educación estaba en las manos de sacerdotes. La India fue
la fuente del budismo, doctrina que enseñaba en sus instituciones a los niños
chinos en edad escolar, y que se extendió por la mayoría de los países de
Oriente. La educación en la antigua China se centralizaba en la filosofía, la
poesía y la religión, de acuerdo con las enseñanzas de Kung-Fu-Tsé (conocido en
occidente como Confucio), Lao-Tsé y otros filósofos. El sistema chino de una
prueba civil, iniciado en ese país ya hace más de dos mil años, se ha mantenido
hasta hoy, pues, en teoría, permite la selección de los mejores estudiantes
para cargos importantes en el gobierno.
La metodología del entrenamiento físico
que predominó en Persia y fue muy comentada por varios escritores de origen
griego, llegó al punto de convertirse en el modelo de los sistemas de educación
de la antigua Grecia, que valorizaba tanto la gimnasia como las matemáticas y
la música.
La Biblia y el Talmud son las fuentes básicas de la
educación entre los judíos antiguos. Así, el Talmud animaba a los padres judíos
a enseñar a sus hijos conocimientos profesionales específicos, natación, y una
lengua extranjera. En la actualidad, la religión todavía sienta las bases
educativas en el hogar, en la sinagoga y en la escuela. El Torah continúa
siendo la base de la educación judía.
Los sistemas de educación en los
países occidentales se basaban en la tradición religiosa de los judíos y del
cristianismo. Una segunda tradición derivaba de la educación de la antigua
Grecia, en donde Sócrates, Platón, Aristóteles e Isócrates fueron los
pensadores de mayor influencia en su concepción educativa. E l objetivo griego
era preparar intelectualmente a los jóvenes para asumir posiciones de liderazgo
en las tareas del Estado y en la sociedad. En siglos posteriores, los conceptos
griegos servirían para el desarrollo de las artes, la enseñanza de todas las
áreas de la filosofía, el cultivo ideal y la promoción del entrenamiento
gimnástico.
En el período helenístico, las
influencias griegas en la educación se transmitieron en primer lugar por medio
de escritos de pensadores como Plutarco, para quien el protagonismo de los
padres en la educación de sus hijos era el punto de referencia más esencial.
La educación romana, luego de un
período inicial en el cual se siguieron las viejas tradiciones religiosas y
culturales, se decantó por el uso de profesores griegos para la juventud, tanto
en Roma como en Atenas. Los romanos consideraban el uso de la retórica y la
oratoria aspecto fundamental.
Según Quintiliano, educador del
siglo I, el adecuado entrenamiento del orador debía desarrollarse a partir del
estudio de la lengua, la literatura, la filosofía y las ciencias, con particular
atención en el desenvolvimiento del carácter.
La educación romana transmitió al mundo occidental el
estudio de la lengua latina, la literatura clásica, la ingeniería, el derecho,
la administración y la organización del gobierno.
Muchas escuelas monásticas, así
como municipales, fueron fundadas durante los primeros siglos de influencia
cristiana. La base de conocimientos se centralizaba en las siete artes
liberales que se dividían en el "trivium", formado por la gramática,
la retórica y la lógica, y el "quadrivium", que era compuesto por la
aritmética, la geometría, la astronomía y la música.
San Isidoro de Sevilla aportó
materiales básicos con su tratado "Etimologías para el Trivium y el
Quadrivium", y en su posterior "Polemicam Curriculare".
Desde el siglo V al VII estos
compendios fueron preparados en forma de libros de texto para los niños, por
autores como el escritor latino del norte de África, Martiniano Capela, el
historiador romano Casiodoro y el eclesiástico español San Isidoro de Sevilla.
Generalmente, tales trabajos
expandían el conocimiento existente más que introducir nuevos conocimientos.
Durante el siglo IX ocurrieron
dos hechos importantes en el Occidente europeo.
Uno de ellos en el continente, en
la época de Carlomagno, y el otro en Inglaterra, bajo el reinado Del Rey
Alfredo.
Carlomagno, reconociendo el valor
de la educación, trajo de Cork, Inglaterra, al clérigo y educador Alcuino, para
crear una escuela en el palacio de Aquisgram. El rey Alfredo promovió
instituciones educativas en Inglaterra, que eran controladas por monasterios.
Irlanda tuvo centros de
aprendizaje de los cuales salían monjes que eran enviados a enseñar al
continente. Entre el siglo VIII y el siglo XI la presencia de musulmanes en la
península ibérica (Al-Andalus) hizo de Córdoba la capital del califato Omeya,
un destacado centro para el estudio de la filosofía, la cultura clásica de
Grecia y roma, las ciencias y las matemáticas.
También Babilonia tuvo academias
judías durante muchos siglos. Persia y Arabia, desde el siglo VI al IX tuvieron
instituciones de investigación y para el estudio de las ciencias y el lenguaje:
otros centros de cultura se establecieron en la Universidad de Al-Qarawiyin, en
Fez (Marruecos), en el año 859, y en la Universidad de Al-Azhar, El Cairo, en
970.
Durante toda la Edad Media las
ideas del escolasticismo se impusieron en el ambiente educativo de Europa
Occidental. El escolasticismo usaba la lógica para reconciliar la teología
cristiana con los conceptos filosóficos de Aristóteles. Un profesor relevante
del escolasticismo fue el eclesiástico Anselmo de Canterbury, quien, como
Platón, defendía que solamente las ideas eran reales. Otro, Roscelino de
Compiégne, siguiendo la línea de Aristóteles, enseñaba el nominalismo, doctrina
según la cual las ideas universales son "flatus vocis" y solamente
las cosas concretas son reales.
Otros grandes maestros
escolásticos fueron el teólogo francés Pierre Abelardo, discípulo de Roscelino,
y el filósofo y teólogo italiano San Tomás de Aquino.
El reconocimiento de estos
profesores atrajo a muchos estudiantes y tuvo una enorme incidencia en el
establecimiento de las universidades del norte de Europa desde el siglo XII. A
lo largo de este período los principales lugares para aprender eran los
monasterios, que mantenían en sus bibliotecas muchos manuscritos de la cultura
clásica anterior.
En este tiempo se abrieron varias
universidades en Italia, España, y otros países, con estudiantes que viajaban
libremente de una institución a otra. Las universidades del norte, como las de
París, Oxford y Cambridge, eran administradas por los profesores, mientras que
las del sur, como las de Bologna (Italia) o Valencia y Alcalá, en España, eran
administradas por los estudiantes. La educación medieval también desarrolló la
forma de aprendizaje a través del trabajo o servicio propio. A pesar de eso, la
educación era un privilegio de las clases superiores y la mayor parte de los
miembros de las clases bajas no tenían acceso a la misma.
En el desarrollo de la educación
superior durante la Edad Media, los musulmanes y los judíos desempeñaron un
papel crucial, pues no solamente promovieron la educación dentro de sus propias
comunidades, sino que también intervinieron como intermediarios del pensamiento
y la ciencia de la antigua Grecia con los letrados europeos. Los centros de
Toledo y Córdoba atrajeron la atención de todo el mundo civilizado de la época.
El renacimiento fue un período en
que el estudio de las matemáticas y de los clásicos llegó a extenderse, como
consecuencia del interés por la cultura clásica griega y romana que aumentó con
el descubrimiento te manuscritos guardados en los monasterios.
Muchos profesores de lengua y
literatura griegas emigraron desde Constantinopla a Italia, como es el caso del
erudito de la cultura griega Manuel Chrysoloras en 1397. Entre los interesados
en llevar a la luz los manuscritos clásicos se destacaron los humanistas
italianos Francisco Petrarca y Poggio Bracciolini.
El espíritu de la educación
durante el renacimiento está muy bien ejemplificado en las escuelas
establecidas por los educadores italianos Vittorino de Feltre y Guarino
Veronese, en Mantua, Italia, en 1425. En las escuelas se introdujeron temas
como las ciencias, la historia, la geografía, la música y la formación física.
El suceso de estas iniciativas influyó en el trabajo de otros educadores y
sirvió como modelo para los educadores durante más de cuatrocientos años.
Entre otras personalidades del
renacimiento que contribuyeron a la teoría educativa sobresalió el humanista
alemán Erasmo de Rótterdam, el educador alemán Johannes Strum, el ensayista
francés Michel de la Montaigne y el humanista y filósofo español Luis Vives.
Durante este período se dio gran
importancia a la cultura clásica griega y romana enseñada en las escuelas de
gramática latina que, originadas en la Edad Media, llegaron a ser modelo de la
enseñanza secundaria en Europa hasta el inicio del siglo XX. De esta época
datan las primeras universidades americanas fundadas en Santo Domingo (1538),
Méjico (1550) y Lima (Perú), en 1551.
Las iglesias protestantes
surgidas a partir de la reforma propuesta por Martín Lutero, en inicios del
siglo XVI, establecieron escuelas en las cuales se enseñaba a leer, escribir,
nociones básicas de aritmética, el catecismo en un nivel elemental, y cultura
clásica, hebreo, matemáticas, y ciencias, en lo que se podría denominar
enseñanza secundaria. En Suiza, otra rama del protestantismo fue creada por el
teólogo y reformador francés Jean Calvino, cuya academia en Ginebra,
establecida en 1559, fue un importante centro educativo. La moderna práctica
del control de la educación por parte del gobierno fue diseñada por Lucero,
Calvino y otros líderes religiosos y educadores de la Reforma.
Los católicos también siguieron
las ideas educativas del renacimiento en las escuelas que ya dirigían o que
promovieron como forma de respuesta a la creciente influencia del
protestantismo, dentro del espíritu de la Contrarreforma. Esa síntesis se
realizaba en los centros de la Compañía de Jesús, fundada por el religioso
español San Ignacio de Loyola en 1540, con la aprobación del papa Pablo III.
Los jesuitas, como son conocidos los miembros de esta congregación, promovieron
un sistema de escuelas que han tenido un papel preponderante en el desarrollo
de la educación católica en muchos países desde el siglo XVI: la llamada
"Ratio Studioron", que después se transformarían en las
"Escuelas Pías", de San José de Calasanz.
El siglo XVII fue un período de
rápido progreso de muchas ciencias y de la creación de instituciones que
apoyaban el desenvolvimiento del conocimiento científico. La creación de estas
y otras organizaciones facilitó el intercambio de ideas y de información
científica y cultural entre los letrados de los diferentes países de Europa.
Nuevos temas científicos se
incorporaron en los estudios de las universidades y de las escuelas de
enseñanza secundaria. El Hospital de Cristo de Londres fue probablemente la
primera escuela secundaria en enseñar ciencia con cierto grado de competencia.
Al iniciarse el siglo XVIII la
Escuela de Moscú de Navegación y Matemáticas sirvió como modelo para el
establecimiento de la primera escuela secundaria de Rusia. La importancia de la
ciencia se manifestó en los escritos del filósofo inglés Francis Bacon, que
fundamentó los procesos de aprendizaje en el método inductivo que anima a los
estudiantes a observar y examinar de forma empírica objetos y situaciones antes
de llegar a conclusiones sobre lo observado.
Durante el siglo XVII, muchos
educadores ejercieron una amplia influencia. El educador alemán Wolfang Ratke
inició el uso de nuevos métodos para enseñar más rápidamente la lengua
vernácula, las lenguas clásicas, y el hebreo.
René Descartes, filósofo francés,
remarcó el papel de la lógica como el principio fundamental del pensamiento
racional, postulado que se ha mantenido hasta la actualidad como base de la
educación en Francia. El poeta inglés John Milton propuso un programa
enciclopédico de educación secundaria, apoyando el aprendizaje de la cultura
clásica como medio para potenciar la moralidad y completar la educación
intelectual de las personas.
El filósofo inglés John Locke
recomendaba un currículo y una metodología de educación (que contemplaba la
educación física) basada en el examen empírico de los hechos demostrables antes
de llegar a conclusiones. En su obra "Algunos Pensamientos Referidos a la
Educación", escrito en 1693, Locke defiende un abanico de reformas, y
coloca en análisis el estudio de las cosas en lugar de los libros, defendiendo
los viajes y apoyando las experiencias empíricas como medio de aprendizaje.
Así, animaba a estudiar en un árbol más que en un libro sobre árboles, o ir a
Francia en lugar de leer un libro sobre Francia. La doctrina de la disciplina
mental, esto es, la habilidad de desarrollar las facultades del pensamiento
ejercitándolas en el uso de la lógica y de la refutación de habladurías,
propuesta casi siempre atribuida a Locke, tuvo una fuerte influencia en los
educadores de los siglos XVII y XVIII. El educador francés Jean Baptiste de La
Salle, fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en
1684, estableció un seminario para profesores en 1685 y fue pionero en su educación
sistemática.
Quien sabe el educador más
destacado del siglo XVII haya sido Jan Komensky, obispo protestante de Moravia,
más conocido con el nombre latino de Comenio. Su trabajo en el campo de la
educación motivó a que recibiera invitaciones para enseñar en toda Europa.
Escribió un libro ilustrado, muy leído, para la enseñanza de latín, titulado
"El Mundo Invisible", en 1658.
En su obra "Didáctica
Magna", escrita entre 1628 y 1632, remarcó el valor de estimular el
interés del alumno en los procesos educativos y enseñar múltiples referencias
sobre las cosas concretas, más que en sus descripciones verbales. Su objetivo
educativo podría resumirse a una frase de la página inicial de "Didáctica
Magna": "…Enseñar a
través de todas las cosas a todos los hombres…",
postura que se conoce como pansofía.
Los esfuerzos de Comenio para el
desarrollo de la educación universal le valieron el título de "Maestro de
las Naciones".
Durante el siglo XVIII se
estableció el sistema escolar en Prusia. En Rusia comenzó la educación formal
bajo el reinado de Pedro El Grande y sus sucesores. También se desenvolvieron
escuelas y colegios universitarios en la América Colonial y se implantaron
reformas educativas derivadas de la Revolución Francesa. A fines del siglo se
fundaron en Inglaterra las escuelas de domingo por el filántropo y periodista
Robert Ralkes, para beneficio de los jóvenes pobres y de las clases
trabajadoras.
Durante el mismo período se
introdujo el método de monito ración de la enseñanza, por lo que cientos de muchachos
podían aprender con un profesor y la ayuda de alumnos monitores o asistentes.
Los dos planes abrieron la posibilidad de la educación de masas.
El teórico educativo más
relevante del siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, nacido en Ginebra. Su influencia
fue considerable tanto en Europa como en otros continentes. En
"Emilio", escrito en 1762, insistió en que los alumnos deberían ser
tratados como adolescentes más que adultos en miniatura, y que se debía atender
a la personalidad individual. Entre las propuestas concretas estaba la de
enseñar a leer en una edad posterior y el estudio de la naturaleza y de la
sociedad por observación directa. Sus propuestas radicales sólo eran aplicables
a los niños del sexo masculino: las niñas debían recibir educación convencional.
Las contribuciones educativas de
Rousseau se dieron en gran parte en el campo de la teoría: correspondió a
muchos de sus seguidores colocar en práctica sus ideas. El educador alemán
Johann Basedow y otros abrieron escuelas en Alemania y en diferentes partes de
Europa basándose en la idea de "Todo,
según la naturaleza."
El más influyente de los
seguidores de Rousseau fue el educador suizo Johann Pestalozzi, cuyas ideas y
prácticas ejercieron gran influencia en las escuelas de todo el continente. El
principal objetivo de Pestalozzi fue adaptar el método de enseñanza al
desenvolvimiento natural del niño. Para alcanzar este objetivo, consideraba el
desenvolvimiento armonioso de todas las facultades del educando (cabeza,
corazón y manos).
Otros educadores influyentes del
siglo XIX fueron el alemán Friedrich Frobel, que introdujo los principios de la
psicología y de la filosofía en las ciencias de la educación; Horace Mann y
Henry Barnard, el filósofo inglés Herbert Spencer, que defendía el conocimiento
científico como siendo el tema más importante a ser enseñado en la escuela; el
español Francisco Giner de Los Ríos, y el obispo nacido en Dinamarca Nikolai
Grundtyig, que estableció unas ideas pedagógicas que fueron la base para la
ampliación de la educación secundaria para toda la población.
El siglo XIX fue um período em
que los sistemas nacionales de escolarización se organizaron en el Reino Unido,
Francia, Alemania, Italia, España (Ley Moyano de 1858) y en otros países
europeos.
Las nuevas naciones independientes
de América Latina, especialmente Argentina y Uruguay, miraron para Europa y los
Estados Unidos buscando modelos para sus escuelas.
Japón, que había abandonado su
tradicional aislamiento y trataba de occidentalizarse y occidentalizar sus
instituciones, tomó las experiencias de varios países europeos y de los Estados
Unidos como modelo para el establecimiento del sistema escolar y universitario
moderno, el cual perdura hasta hoy.
Em inicios del siglo XX la
actividad educativa se vio muy influenciada por los escritos de la feminista y
educadora sueca Ellen Key. Su libro "El Siglo de los Niños", escrito
en 1900, fue traducido a carios idiomas e inspiró a los educadores progresistas
en muchos países.
La educación progresista era un
sistema de la enseñanza basado en las necesidades de la sociedad o en los
preceptos de la Iglesia. Esta idea había existido bajo otros nombres a lo largo
de la historia y había aparecido de diferentes maneras en diversas partes del
mundo, como la "insitfutción libre de enseñanza" de España. Entre los
educadores de mayor influencia cabe destacar a los alemanes Hermann Lietz e
Georg Kerschensteiner, al británico Bertrand Russell y a la italiana Maria
Montessori. En los Estados Unidos tuvo una enorme influencia, luego extendida a
todo el mundo, el filósofo y educador John Dewey. El programa de actividades
que se derivaba de las teorías de Dewey fortalecía el desenvolvimiento
educativo del alumno en términos de animación de las necesidades e intereses
del mismo. Llegó a ser el método principal de instrucción durante muchos años
en las escuelas de los Estados Unidos y de otros países. Todos ellos ejercieron
amplia influencia en los sistemas educativos de los países de América latina.
Luego de la Revolución Rusa de
1917, la antigua Unión Soviética desarrolló una experiencia interesante en el
campo educacional, particularmente desde 1957, cuando fue lanzado al espacio el
Sputnik, primer satélite que mostraba el avanzado estado del conocimiento
tecnológico soviético. Esto hizo con que numerosos visitantes extranjeros,
especialmente personas procedentes de países desarrollados, quisiesen conocer
el sistema imperante en las escuelas soviéticas. Contribuyeron al interés
internacional por la educación soviética las teorías y prácticas pedagógicas
que procedían de la ideología marxista-leninista, tan bien expresada en el
trabajo de Antón Makarenko, un claro exponente de la rehabilitación de los
delincuentes juveniles y de la educación colectiva durante los primeros años de
la Revolución.
El siglo XX ha estado marcado por
la expansión de los sistemas educacionales de las naciones industrializadas,
así como por la aparición de sistemas escolares entre las naciones más
recientemente industrializadas de Asia y África.
La educación básica es hoy prácticamente
universal, pero la realidad indica que un amplio número de niños (quizás el 50%
de los que están en edad escolar en todo el mundo), no frecuenta la escuela.
Tratando de promover la educación
en todos los niveles, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO), realiza campañas de alfabetización y otros
proyectos educacionales orientados a que ningún niño en edad escolar deje de
frecuentar la escuela por no existir la misma, pretendiendo así acabar con el
analfabetismo.
Se ha constatado algún progreso,
pero es obvio que se necesitan más esfuerzos y más tiempo para conseguir la
alfabetización universal.
Al tratar de comparar tres
sistemas educativos implantados en los días de hoy, podemos mencionar que,
según Flórez Ochoa, un modelo es la imagen o representación del conjunto de
relaciones que definen un fenómeno, con miras a su mejor entendimiento.
De acuerdo con esta definición,
puede inferirse que un modelo es una aproximación teórica útil en la
descripción y comprensión de aspectos interrelacionados de un fenómeno en
particular. Continuando con este concepto de modelo, se torna necesario
establecer que el análisis del fenómeno en estudio no es únicamente un proceso
analítico en el cual el todo es examinado en sus partes, sino que también lo es
como un proceso de integración de relaciones.
Así, un modelo pedagógico o
sistema educativo expresa concepciones y acciones más o menos sistematizadas
que constituyen distintas alternativas de organización del proceso de enseñanza
para hacerlo más efectivo.
La efectividad mencionada se
refiere a la obtención de los fines educativos que una sociedad predetermina
para poder transmitir los valores de su cultura y para formar el ideal de
persona bien educada que se pretende obtener como prototipo de hombre o mujer
en un determinado contexto histórico, social, y cultural.
El advenimiento de la educación
pública se confunde muchas veces con el surgimiento de las repúblicas modernas,
tal el caso de Francia, por ejemplo. La escuela pública, encargada de formar
ciudadanos mediante una educación básica gratuita para toda la población,
comenzó a difundirse de manera significativa en el siglo XIX, como mencionado
anteriormente en este artículo. Sus orígenes, no obstante, son antiquísimos.
Aristóteles se anticipó a su época cuando expresó, desde las páginas de su
libro "Política", que era indispensable la acción educativa del Estado.
Literalmente dijo:
"Como el Estado sostiene un
único fin la educación debe ser necesariamente una e idéntica para todos sus
miembros, de donde se sigue que la educación debe ser objeto de la vigilancia
pública y no particular, por más que esta última haya prevalecido y que hoy
cada cual educa a sus hijos en su casa según el método que le parece y aquello
que le place. No obstante, lo que es común debe aprenderse en común y es un
error grave creer que cada ciudadano sea dueño de sí mismo, cuando en realidad
todos pertenecen al Estado puesto que constituyen sus elementos, ya que los
cuidados de que son objeto las partes deben concordar con aquellos de que es
objeto el conjunto."
Numerosos estudios demuestran que
existe una correlación positiva entre educación y democracia. Para Seymour
Martin Lipset, en su obra "El hombre político", la educación no es un
rasgo de la democracia sino una condición que favorece o no para su existencia.
Su punto de partida es el examen de la relación entre el progreso económico y
la democracia, y con ese propósito establece cuatro categorías, dos para países
europeos y de habla inglesa, y dos para países latinoamericanos, que
corresponden, más o menos, a una escala de democratización (que se construye
con un Indice de continuidad de la democracia y ausencia-presencia de
movimientos antidemocráticos). Las dos primeras categorías (para países
europeos y de habla inglesa) son:
1) las democracias estables
(Australia, Canadá, Reino Unido, Suecia, Estados Unidos) y,
2) democracias inestables y
dictaduras (Finlandia, Francia, España, Portugal, Italia).
Las dos últimas (para países
latinoamericanos) son:
3) democracias y dictaduras
inestables (Argentina, Brasil, Colombia, Chile) y,
4) dictaduras estables (Bolivia,
Cuba, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Paraguay).
Es verdad, dice, que cuanto más
próspera es una nación hay mayores posibilidades de que mantenga una democracia
(esta idea existe desde Aristóteles), aunque no hay determinismo automático.
Pero es posible afirmar, con mayor seguridad, que una sociedad dividida entre
una. gran masa empobrecida y una pequeña élite favorecida resulta en una
oligarquía (gobierno dictatorial del pequeño estrato superior) o en una tiranía
(dictadura de base popular).
Para probar esta hipótesis, Lipset
cruza varios indicadores económicos (riqueza, industrialización, urbanización y
educación) con esas categorías de países.
Muchos sugirieron, dice Lipset,
que cuanto más alto es el nivel cultural de la población de una nación tanto
mayores son las posibilidades de que haya democracia. Los datos comparativos de
que se dispone apoyan esta proposición. Los países "más democráticos"
de Europa están casi totalmente alfabetizados: el promedio más bajo llega a 96%
de alfabetización, mientras que las naciones "menos democráticas"
registran 85%.
En América Latina la diferencia
oscila entre 74% para los "menos dictatoriales" y 46% para los
"más dictatoriales". La inscripción en las escuelas, de cada mil
personas de la población total en tres niveles diferentes -primaria, secundaria
y superior-, se relaciona de modo igualmente consecuente con el grado de
democracia.
John Dewey consideraba el
incremento de la educación como requisito de la democracia. Un estudio sobre
América del Sur llevó a James Bryce a concluir que:
"La educación, si bien no
hace de los hombres buenos ciudadanos, les facilita al menos que se conviertan
en tales".
La educación -agrega Lipset- les
amplía la perspectiva, los capacita para comprender la necesidad de normas de
tolerancia, limita su adhesión a doctrinas extremistas y aumenta su capacidad
para realizar elecciones racionales.
La contribución de la educación a
la democracia es más directa y fuerte en el nivel individual; diversas
encuestas muestran que las actitudes de las personas hacia la tolerancia
respecto a la oposición, sus posturas para con las minorías étnicas y raciales,
y sus sentimientos hacia los sistemas multipartidistas -y en contra de los
unipartidistas- son más democráticos en la medida en que poseen mayor
educación. Cuanto más elevada sea nuestra educación es más probable que
apoyemos los valores y las prácticas democráticas. Está demostrado que, en este
sentido, la educación es más importante que factores como los ingresos o la
ocupación.
La educación no puede, por sí
sola, hacer democrático a un país, pero es probable que inhiba ideas no
democráticas. De todo esto, Lipset concluye:
"Si bien no podemos decir
que un alto nivel de educación constituye una condición suficiente para la
democracia, la evidencia de que disponemos sugiere que ello está cerca de
constituir una condición necesaria."